El bosque estaba denso y oscuro,
caminaba lánguida,
pálida desfallecida,
Esterliz casi encorvada
no pisaba suelo,
con sus manos en carne viva
apartaba su cabello,
rizado y sucio,
hacia juego con sus ojos,
dos cristales almendrados,
en luto y duelo.
A la guerrera se le había pasado el efecto,
banquete de opio y vino,
seducida por dragones,
potestades de maldad,
acariciada por apestosos hombres,
ella había sido vendida a moneda falsa,
violada con veneno mortal,
como se violan los rosales,
arrancados de las entrañas,
como se desprenden de la tierra...
cuando no producen nada.
Los pétalos de la guerrera
fueron arrancados de igual manera,
convertidos ya en perfume barato,
a Esterliz eso le dolió más.
Pero ella presintió en aquella nada,
el hombre de la armadura de oro,
con voz de trueno y ojos de paz,
le dijo: Amada ven!
ella dejó su escudo en el suelo,
estremecida en sus brazos,
no volvió a la tierra de Baal
ya nunca más!
pues no pudo caminar sin El...
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Ady Alonit
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