en las mil paredes de fresa, flora y deshonra,
en esta dimensión en la que a cada tanto me
escondo,
atrapada con vacas y perros de ojos tristes,
donde el tiempo pasa corriendo y asusta…
llega hasta la esquina del viejo portón y allí
se devuelve.
Mi corazón se baña del horror que no me
pertenece,
atrapada estoy entre las montañas que no me
saben responder,
aquí está la ausencia de tanto y de lo que
nada fue,
Llueve el verde colgando en la cima y cuando
los fantasmas,
de viejas flores recorren las calles, yo me
quedo feliz y muy sola,
todavía vieja, pero como una niña.
Lucho con llevarme este pueblo a cuestas,
cargado, anudado, pegado a mis ojos, es que
pude
ver el desamor en su piel y la mentira en su
palabra.
Faroles eternos y voladores cual ilusión
desgastada,
Intranquilos me ven feliz y abismada.
cada día, cada madrugada me hundo en el pasto
frio y suave,
Y todo mi ser desaparece en una aromática que
me hierve
circulando con sentido y consensuado.